Hablar en argot

La palabra argot, que significa el lenguaje especial entre personas de un mismo oficio o actividad, es de escaso uso en las conversaciones familiares. Pocas veces está presente en nuestra reflexión, a pesar de ser la señal y muestra de un grave asunto que nos traemos entre manos en lo referente a decir y entendernos. Porque decir que todos hablamos el mismo idioma (naturalmente en un país o en una zona geográfica determinada) es una afirmación muy genérica ya que lo normal es que, además del lenguaje general con el que nos manejamos ordinariamente, todos utilizamos unas palabras y unas significaciones que solo se entienden dentro de algunas de las pequeñas comunidades a las que pertenecemos. El argot, o jerga que también se llama así, es el lenguaje especial entre personas de un mismo oficio o actividad de las que formamos parte: el trabajo, el barrio o, a veces, la familia. Abrir el tarro, por hablar más de la cuenta; machetear, por pedir dinero y otro montón de frases hechas que solo entienden las minorías sociales diferenciadas. 
Disponer de un argot tiene sus ventajas e inconvenientes. Utilidad porque permite entendernos mejor con los nuestros pero la pega de que no ocurre así con quienes no forman parte grupo. El ejemplo más obvio está en la política, una tarea diseñada para ayudar e influir en todo el mundo pero que al fin y a la postre acaba creando un argot, una jerga, un lenguaje propio que solo entienden quienes están dentro del engranaje. Y salir del lenguaje propio, del lenguaje convenido es muy difícil y exige un gran esfuerzo intelectual que no todos pueden o quieren hacer. La vida política es tan intensa que su forma de expresión se convierte en una trampa seductora para sus protagonistas. Cuando las encuestas hablan de la mala fama que entre la gente tienen los llamados “políticos”, esta circunstancia de disponer de un lenguaje propio es un elemento que habría que tener en cuenta. Para bien o para mal, que ese es otro cantar. 
No se trata de decir la verdad o de mentir. Esas categorías teóricas sirven para otra cosa. Es que lo que dicen, apoyados en su lenguaje, ni se entiende ni interesa. Afirmar, por ejemplo, que “la economía crece” (o “empeora”) es solo un juego de argot, como un pasatiempo de jerga porque lo que importa, y todos entienden, es la dimensión existencial de quien está pasando hambre o frío o no tiene dinero para una medicina.

Publicado el día 17 de enero de 2014

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