Tres libros imprescindibles

     Según la ya antigua novela de Ramón J. Sender, la americana Nancy (“La tesis de Nancy”) cuenta desde España las peripecias de su tesis a una prima suya: “Ayer me presentaron a dos muchachos… y yo, que andaba con problemas de gramática, pregunté al más viejo: “Por favor, ¿cómo es el imperfecto de subjuntivo del verbo airear?”. El chico se puso colorado y cambió de tema. ¿Por qué se puso colorado? Me suceden cosas raras con demasiada frecuencia, sigue, los hombres son muy amables pero no los entiendo. A veces se ruborizan sin motivo. O se ponen pálidos. Sobre todo cuando les pregunto cosas de gramática”.
      Aunque no las conozcamos en la mayoría de los casos o incluso no estemos pendientes de ellas, subjuntivos o no subjuntivos, la verdad es que permanentemente estamos utilizando estructuras léxicas en nuestro pensamiento y en el lenguaje cuando nos comunicamos con los demás porque naturalmente no podría ser de otra manera. Las más de las veces nos ocurre como a M. Jourdain, aquel personaje de Molière de “El burgués gentilhombre” que habla en prosa sin saberlo, (M.J. -Y cuando uno habla, ¿en qué habla? / Filósofo. -En prosa / M.J. -¡Cómo! Cuando yo le digo a Nicolasa: "Tráeme las zapatillas" o "dame el gorro de dormir", ¿hablo en prosa? / Filósofo. -Sí, señor. / M.J. -¡Por vida de Dios! ¡Más de cuarenta años que hablo en prosa sin saberlo!..."
    Vale esta referencia el hecho de que en las últimas semanas han aparecido tres publicaciones cuyo objetivo es que mejoremos nuestro conocimiento del castellano o español. Dos de ellas (una con cierta irreverencia no contrapuesta al rigor) ofrecen resolver las dudas que nos aparecen y una tercera ya con más contenido doctrinal y teórico. Reclama muy enfadado al ministro, antiguo amigo suyo, Max, el protagonista de “Luces de Bohemia”, que ha sido detenido y torturado de manera injusta, simplemente por “la arbitrariedad de un legionario, a quien pregunté, ingenuo, si sabía los cuatro dialectos griegos. ¡Suponerle a un guardia tan altas Humanidades! responde el ministro. Era un teniente, reclama Max. “Como si fuese un Capitán General. ¡No estás sin culpa!”. Para cuidar el lenguaje, herramienta imprescindible para entendernos, no es necesario conocer lo de los dialectos pero sí las estructuras básicas del habla. Y quienes hacemos pinitos con la palabra sentimos la obligación moral de animar a la gente a conocer mejor el idioma.

Publicado el 31 de enero de 2014

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