El arte de endeudarse

Los aficionados a los sucedidos literarios, que alguno sin pudor llamaría chismes, seguro que conocen la circunstancia económica de la vida de Honorato de Balzac, uno de los escritores más significativos e importantes del siglo XIX, que escribió “La Comedia Humana. Novelista fecundo nunca resolvió satisfactoriamente sus cuentas por lo que tenía que estar continuamente cambiando de casa para huir de sus acreedores y la vivienda que se conserva está llena de escapatorias para poder huir si de pronto se presentaba alguno de ellos. Pero no se crea que esta situación de trampa permanente le era angustiosa. Al contrario, eran un motivo de satisfacción: “Las deudas no pagadas son un seguro placer para quien las has contraído”, decía y escribía. Y para corroborar dicha tesis compuso un librito la mar de interesante: “El arte de pagar sus deudas sin gastar un céntimo (en diez lecciones)”, en el que desarrolla con todo detalle toda una teoría de táctica y estrategia para ejercer con éxito y suficiencia esta compleja y difícil tarea.
No fue esta la única producción literaria dedicada a estos menesteres sino que en el mismo siglo XIX proliferaron manuales de instrucciones para practicar esta misma ocupación. Y no es que en épocas anteriores se evitase este tipo de literatura pero sabido es el fondo ideológico y doctrinario que sobre el oficio de prestamista lanzaban las condenas morales y religiosas, que forzaban a trampear también en el procedimiento de dar a crédito. Famosos fueron en ese siglo dos escritos anónimos, francés e italiano, ambos con el mismo título “El arte de acumular deudas y no pagarlas”, donde se narran pufos famosos y muy celebrados y se explican las condiciones, requisitos  y procedimientos necesarios  para “el hombre que pretende vivir gracias a la deuda, el hombre que se siente llamado a esta sublime misión de regenerar la humanidad mediante el sistema de los impuestos involuntarios, el pufista”. 
Curioso resulta sin embargo cómo estos escritos y otros de contenido similar fundamentan sus teorías científicas y sus sabias investigaciones en principios que la opinión común parece compartir. Uno es balzaciano: “Mientras más se debe, más crédito se obtiene”. Otro aparece en uno de los dos anónimos: “a la cárcel por deudas, sólo van unos pocos imbéciles que iniciaron su carrera desconociendo los rudimentos del arte”. ¿Será verdad todo esto y lo demás?

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