No tener un reto

Hay que confesar, por más incómodo e inverosímil que resulte, que hay una persona que asegura no tener un reto en su vida. Ya se sabe que una cosa así es casi inadmisible que ocurra pero así es. La persona en cuestión, sin que se le caigan los palos del sombrajo, afirma que en verdad no lo tiene, no lo posee. “¿Será posible esto, se preguntan quienes lo saben? ¡Una persona sin un reto! Es la degeneración de la raza y casi el fin del mundo. Y lo peor y más sorprendente es que pretende ser político, vamos, que ya ha empezado a hacer sus primeros méritos en el partido, de momento llevando recados, siempre con su mejor gesto y, sobre todo, haciendo una reverencia expresiva y manifiesta, acompañada de una amplia sonrisa de gusto, cada vez que se topa (es un decir) en la sede con algún jefe o jefecillo orgánico. 
Y es que las cosas, nos gusten o no, son como son. Porque, como es a todas luces manifiesto, todo personaje público, político profesional o camuflado, dispone desde el momento de su ingreso en tal distinción de un vocabulario obligado de términos que ha de emplear según y como convenga al desarrollo de su función. Y como la tercera palabra de ese glosario es “reto”, en cuanto se echan delante un micrófono o una plataforma es lo primero que dicen, añadiéndole al sustantivo, en eso sí que tienen libertad, el calificativo que mejor le encaje. Lo terrible se produce cuando el reto es colectivo: “tenemos un reto” y en ese plural estamos todos. Es tremendo. Hay días en los que se levanta uno más bien tranquilo y, en cuanto se echa encima alguna radio, empieza a recibir retos que vaya usted a saber. Y dan ganas de volverse a la cama. Todo lo cual ha llevado a alguien a proponer que se cree un oficio público (con buen sueldo, dada la dificultad del trabajo) que se llamaría: “controlador público de retos”. Con dos capítulos: retos de los políticos y retos de la colectividad. Por cierto, en verdad ¿sabe alguien con precisión qué es un reto? Es como el tiempo, según decía san Agustín: si no me preguntáis qué es, lo sé pero si me lo preguntáis… 
Pues, salvo el ciudadano de la anécdota, ¿queda algún personaje público de los ya citados que no haya dicho en los últimos días que “tiene un reto” o, muchísimo peor, que “tenemos un reto”? Y el protagonista de la historia ¿llegará alguna vez a algo o será como esos ojos que, dice A. Machado, están “hartos de mirar sin ver”? 

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