La cultura de la pobreza (y 2)

Aceptar que hay personas o ciudadanos que asumen, por las circunstancias que sean, el papel sicológico y social de pobre, acomodando su vida, sus valores y sus prácticas a esta condición es algo en lo que no todo el mundo está de acuerdo. Admitir el “hecho de que hay individuos cuya posición social es la de ser tan solo pobres, pobres y nada más que pobres”, resulta muy discutible para algunos. Antropólogos hay, como Marvin Harris, que de ninguna manera aceptan esa teoría y dicen que entender como real este hecho es una manera de responsabilizar a los mismos pobres de su situación y, al tiempo, tranquilizar nuestra conciencia. Y aunque Oscar Lewis atribuye esa cultura de la pobreza sólo a un 20% de pobres, aquel insiste en que es el estado de desempleo el que provoca en el parado la sensación de que los contribuyentes le culpan.
Porque precisamente el tema de la culpa de que existan los pobres está detrás de todas las discusiones sobre este particular. Naturalmente, en relación y dialéctica con los opulentos, los situados. Bernard Shaw proponía que “en lugar de abolir a los ricos, debemos abolir a los pobres”. Y en esta línea de cruel ironía Jonathan Swift en un librito titulado “Una modesta proposición” es capaz de proponer a los ricos, desde el sarcasmo más inhumano e inmisericorde, una “solución” para eliminar a los pobres.
Pero en la coyuntura económica y social que estamos padeciendo ha irrumpido un hecho tristemente novedoso. Ya no están solamente esos pobres de solemnidad, “pobres de toda la vida”, acomodados a esquinas y escalinatas de iglesia. Ese grupo social se va llenando de ciudadanos, pobres advenedizos,  cada uno con su historia a cuestas, que va entrado a la fuerza y desde la desesperación. Más aún, cada vez que algún gran experto dice que hay que seguir por esta senda, o algo por el estilo, lo que ocurre simplemente es que se amplía el número de miembros de la clase social de pobres. No sólo aumenta el sufrimiento de los que ya están dentro sino que éstos son cada vez más. Eso sí, con un perfil nuevo mucho más lamentable y bastante más desprotegido. Habrá, parece, gente muy contenta porque el déficit, vaya usted a saber qué es eso, se está rebajando pero demasiados datos que llegan de todas partes confirman que cada mañana hay en nuestro país más niños que van colegio sin desayunar y no se sabe qué habrán cenado. Y estos son datos objetivos.

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