Tiempo de certidumbres

Parece que últimamente estamos casi todos de acuerdo en que, a la vista del zarandeo y estremecimiento que estamos viviendo, estamos desorientados y ni sabemos dónde nos hallamos ni hacia dónde nos dirigimos y estamos construyendo un relato que explica el abandono de valores y la ignorancia de lo que vale y lo que no, que en definitiva nos domina una total incertidumbre, inseguridad y escepticismo. Y bien es verdad que mucho de esto hay, que nos ha  entrado el cosquilleo de no entender lo que pasa, de desconocer su sentido final, como diría Paul Ricoeur, uno de los filósofos más lúcidos del siglo pasado. Es lo que ocurre cuando, por ejemplo, se dan tantos bandazos, tantos disparates, sin tener claro con qué propósito se hacen, cuando se recorta masivamente y como sin ton ni son mientras no se reforman las estructuras que chirrían y por las que se van los ahorros y los tesoros. 
Pero no se crea que, a pesar de todo esto no estemos aprendiendo. Antes al contrario, con esto de la crisis estamos experimentando lamentablemente hasta dónde es capaz de llegar una época, una cultura y una civilización que venía ejerciendo de faro moral ante el mundo y que se consideraba superior al resto de la humanidad, con los derechos humanos como estandarte a todas horas y a cada rato. Estamos comprobando cómo la indiferencia, la frialdad y la inclemencia se han adueñado de nuestra vida pública y pasan las semanas y los días sin que se resuelvan ni se aclaren las contingencias que están creando sufrimiento a tanta gente. A lo mejor había quien dudaba pero ahora ya lo tenemos claro. Lo que aquí importa es que las grandes cifras cuadren, no la amargura personal. De esto sí que hemos alcanzado certidumbres más que sólidas. 
El último ejemplo no puede ser más elemental y obvio. Mientras los poderosos articulan una y otra vez discursos sobre la austeridad, la ética y todas esas panoplias, colman sus grandísimos sueldos con otros complementos aún mayores. Tranquilamente y sin sonrojo. Y lo peor es que, viendo cómo han reaccionado los responsables de las otros partidos, parece que ellos también están en ese juego, que participar de este festín es norma universal entre los grandes responsables públicos. Mientras, que siga su trámite sereno y tranquilo la ley sobre los desahucios. Todo con calma. ¿Para qué correr? Certezas que estamos adquiriendo en este tiempo de alboroto y agitación.  

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