¿Qué pasó de nuestros suicidas?

Decía Camus que no hay más que un problema filosófico en verdad serio: el suicidio, la posible respuesta a la cuestión fundamental del ser humano que es valorar si la vida merece o no la pena de ser vivida. El resto de asuntos, si el mundo tiene tres dimensiones y todo lo demás son como juegos, cuestiones secundarias. Porque el problema que hay que resolver primero es si tiene sentido la vida, vivir. Traídos a este negocio, a la existencia, sin que nadie nos haya pedido opinión no solo sobre si queríamos acudir o nacer sino ni siquiera en la fecha y condiciones que a uno le hubiera gustado estar, es necesario hacerse esa pregunta, la más básica, a la hora de afrontar la vida. Hablamos en este caso del suicidio metafísico o filosófico.  
Pero si nos fijamos en el ámbito social, ha sido un sociólogo francés, Émile Durkheim, quien presentó un trabajo considerado casi definitivo. Manejando datos estadísticos muy numerosos, Durkheim considera que, aun cuando los suicidios son fenómenos individuales y de alcance personal, globalmente responden a causas sociales y que a fin de cuentas el temperamento moral de la sociedad es el que determina la variedad, la forma y el grado de intensidad. Es lo que ocurre especialmente en la modalidad que llama suicidio anómico, el más característico de la sociedad moderna.  
Es conocida, dice, la influencia agravante que tienen las crisis económicas sobre la tendencia al suicidio pero nos equivocaríamos si creyéramos que se trata simplemente de la ecuación “problemas económicos-suicidio”. Por anomía Durkheim entendía una situación social en la que los individuos no saben qué normas seguir, en la que se ha perdido la orientación y se desconoce a dónde vamos y a qué aspiramos. O por qué hacemos lo que estamos haciendo. Como está ocurriendo ahora. No es que no dispongamos de dinero, el problema que nos acucia y angustia es el desbarajuste en el que nos encontramos, el caos de un paso allá y otro al revés, el desorden de desconocer si algo merece la pena hoy cuando mañana está olvidado. Lo que lleva al suicidio es la inseguridad radical de quien no entiende lo que está pasando. Miles de ejemplos: mientras en la página de la izquierda se dice que un banquero condenado se va a casa con 88 millones, en la de la derecha, que los dependientes tendrán que aumentar su aportación económica. ¿Hay razón que entienda este embrollo o maremágnum? 

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