El peligro del teatro

Contando la vida de Solón, uno de los siete sabios de Grecia, (que, como se sabe, fueron veintidós), refiere Plutarco que, allá por el siglo VI a.n.e., un griego llamado Tespis, artista como modernizador de la tragedia y como actor, gozaba de una tan extraordinaria popularidad que en sus funciones siempre se ponía el “No hay billetes”. El caso es que a Solón, hacía tiempo jubilado de la política, se le ocurrió acudir un día a una de esas representaciones. La función era un drama que representaba escenas del dios Dionisio interpretado por el propio Tespis y el espectáculo, como se preveía, había sido un éxito cuando, al terminar, como también hoy, acudió a saludar a tan significado personaje. En ese momento Solón le interpeló preguntándole sin ambages si no se “avergonzaba de tanta mentira delante de tanta gente”. Sorprendido el artista, le respondió que no había nada malo en lo que había hecho ya que todos sabían que se trataba de un entretenimiento.
Pero la excusa no solo no contentó al sabio sino que “dando un fuerte bastonazo en el suelo, repuso: “pronto, aplaudiendo y dando aprecio a este juego, nos hallaremos con él en nuestros negocios y contratos…”. Como comenta el escritor Luís Manuel Ruiz, juego o no, Tespis, a juicio de Solón, pretendiendo hacerse pasar por quien no era (porque, que se supiera, él no era Dionisos) no se había comportado del modo más apropiado. ¿Qué ocurriría si de pronto todo el mundo en la ciudad comenzara a fingir ser quien no era, a jurar fidelidad a sus esposas cuando sus pensamientos los desmentían, si los políticos efectuaban promesas que no tenían intención de cumplir? No, aquella impostura debía concluir. Y el grave Solón la proscribió con dureza. 
Obviamente no tuvo éxito y su decisión no solo no cortó de raíz el pasatiempo de fingir lo que no se es, hacer creer lo que no se piensa, disimular lo que no se hace, como vemos cada día en cuanto miramos sobre todo hacia arriba. Acababa de nacer la profesión de actor, a pesar del reproche de Solón. Pero el problema ha venido cuando tantos personajes públicos se dedican a esa tarea. Pésimos falsarios y farsantes, tan engañados de sí mismos que no son capaces de percibir el ridículo de negar lo que todo el mundo está viendo que verdad. Seguro que desconocen la recomendación de Polinices, hijo de Edipo, cuando replica a su hermana que no intente convencerle  “de lo que no se debe”.

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