Una relectura aconsejable

Buceando por viejas relecturas (en ocasiones textos antiguos que un día aparecieron con la única finalidad de entretener), puede uno reencontrarse con lo que ni imaginaba pero que parece escrito hace un par de días mientras la tinta aún no se ha secado del todo. Y que no estaría de más que muchos políticos y tanto sus fustigadores como mecenas le echaran una ojeada. Decía Jorge Luís Borges que “Jonathan Swift se había propuesto enjuiciar al género humano y dejó un libro de lectura infantil. Esto se debe al hecho de que los niños leen los dos primeros viajes iniciales del capitán Lemuel Gulliver y omiten los últimos, que son terribles”.  Y así parece ser sin duda. Los cuatro capítulos, las cuatro aventuras básicas de los Viajes de Gulliver solo pueden entenderse si las fraccionamos en dos bloques, por otra parte tan incompatibles y discordantes que resulta muy sorprendente y extraño el juego conjunto en una misma publicación de dos visiones de la vida humana tan dispares y alejadas entre una parte y otra del libro.
No se anduvo con chiquitas Swift, especialmente en el capítulo IV país de los Houyhnhnms, sociedad constituida por caballos, que son los gobernantes  y que conviven con deformes criaturas llamadas Yahoos, seres humanos salvajes. A los primeros el viajero les explica cómo es nuestra forma de vida, “Los ricos gozan el fruto del trabajo de los pobres… la mayoría de nuestra gente se ve obligada a vivir en la miseria… De aquí se sigue por necesidad que multitudes de nuestra gente se vean obligadas a buscarse la vida mendigando, atracando, hurtando, timando, alcahueteando, abjurando, adulando, engañando, pelotilleando, braveando, votando, emborronando, astrobservando, envenenando, putañeando, camanduleando, difamando, librepensando y en ocupaciones similares; y mucho fue el trabajo que me costó hacerle entender cada uno de estos términos”. Por otra parte, “tres procedimientos por lo que un hombre puede llegar a Primer ministro: el primero es saber qué hacer con una esposa, hija o hermana con prudencia; el segundo, traicionar o desacreditar a su predecesor; el tercero, mostrar en las asambleas públicas un arrebatado entusiasmo en contra de las corrupciones de la corte”.
Luego están los struldbruggos o inmortales, aquellos que nacían señalados con un lunar rojo en la frente, justo encima de la ceja izquierda, que era señal infalible de que nunca moriría”.

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