Las lecciones de Escrutopo

Según una muy popular publicación del siglo pasado, Escrutopo estaba dedicado en cuerpo y alma, nunca mejor dicho, a que su sobrino alcanzase la mejor preparación profesional. Escrutopo es un viejo demonio que, en 31 cartas dirigidas a su sobrino Orugario, principiante y de escaso acervo tecnico, pretende explicarle las estrategias más eficaces para ganar el mayor número posible de almas. “Cartas del diablo a su sobrino”, que así se titulaba, de C. S. Lewis, alcanzó una inmensa notoriedad hacia los años cincuenta.
Y el caso, a la vista de la experiencia de hoy, es que muy eficientes han sido esas lecciones de Escrutopo. Éxito y eficacia total, consiguiendo que unos y otros adquiriésemos algunas destrezas pecaminosas como la indolencia, la acedia, la gula, el lujo y la opulencia y otras de discutible catadura. No hay más que abrir los ojos para verlo: nos han hecho perezosos, derrochones, manirrotos y otras muchas cosas por el estilo. Ejemplos a montones. ¿O no está ahí, por ejemplo, Bankia, que ha necesitado de tantos miles de millones de ayuda para demostrar lo malos que hemos sido? Menos mal que antes de que cayéramos en el Hades han venido a salvarnos. ¡Menos mal! Nos han puesto una férula y a trabajar más pues, responsables como somos, debemos aportar esos miles de millones que hemos despilfarrado e ir abandonando todo aquello de que disfrutábamos creyendo ser nuestro pero a lo que no teníamos ningún derecho ¡Pecadores! Ya lo dice Pármeno, el de La Celestina, que “lo peor del pecado es la perseverancia”.
Borges narra “El atroz redentor Lazarus Morell”, protagonista de un sistema para salvar y redimir negros: “Recorrían -con algún momentáneo lujo de anillos, para inspirar respeto- las vastas plantaciones del Sur. Elegían un negro desdichado y le proponían la libertad. Le decían que huyera de su patrón, para ser vendido por ellos una segunda vez, en alguna finca distante. Le darían entonces un porcentaje del precio de su venta y lo ayudarían a otra evasión. Lo conducirían después a un Estado libre. Dinero y libertad, dólares resonantes de plata con libertad, ¿qué mejor tentación iban a ofrecerle? El esclavo se atrevía a su primera fuga.” Luego ya venía la reclamación no prevista de gastos y demás bagatelas. Y con los líos tenían que acabar matando al negro. Normal, ¿no? ¿Quién sino él era el culpable por fugarse del patrón que lo había comprado legalmente?

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