La fama buscada (3)

Siempre ha habido gente, personas o grupos que han buscado la fama de manera firme y decidida y sin dar vueltas ni revueltas, por entenderla como un valor en sí misma. Siempre y en cualesquiera circunstancias, incluido aquello tan viejo de que bien es que hablen de uno aunque sea mal.  
Y a lo largo y ancho de la historia y de la literatura hay testimonios suficientes para mostrar y demostrar la exactitud de esa afirmación. Sin necesidad de andar hacia atrás en la historia, ya hace algo más de dos mil años un poeta, curioso por su vida y su obra pues siempre escribió y vivió pendiente y locamente enamorado de su amada mientras que ésta andaba con unos y con otros, Catulo, lamenta la fama a cualquier precio: “¿Qué locura, desgraciado Rávido, / te lleva de cabeza a mis pullas? / ¿Qué dios no bien invocado / te predispone a una insensata pelea? / ¿Para estar en boca de la gente? / ¿Qué pretendes? ¿Hacerte notar como sea? / Lo conseguirás, puesto que has pretendido / querer a mi amada a cambio de un largo castigo”. Y un poco después el poeta romano, de origen hispano, Marcial, en el siglo I de nuestra era, “No te basta, Tusca, con ser goloso, (dice a un amigo en un afamado verso) / quieres que te lo digan y parecerlo. 
Y así con unos u otros matices basta copiar de El Quijote estos casos que Cervantes considera simbólicos y le sirven después para, como contrate, hacer una reflexión religiosa: “¿quién piensas tú que arrojó a Horacio del puente abajo, armado de todas armas, en la profundidad del Tibre?; ¿quién abrasó el brazo y la mano a Mucio?; ¿quién impelió a Curcio a lanzarse en la profunda sima ardiente que apareció en la mitad de Roma?; ¿quién contra todos los agüeros que en contra se le habían mostrado, hizo pasar el Rubicón a Julio César?; y, con ejemplos más modernos, ¿quién barrenó los navíos y dejó en seco y aislados los valerosos españoles guiados por el cortesísimo Cortés en el nuevo mundo? Todas estas, y otras grandes y diferentes hazañas son, fueron y serán obras de la fama que los mortales desean como premios y parte de la inmortalidad que sus famosos hechos merecen…” La pregunta que, con estos y similares comportamientos, viene más a cuento es la valoración que merecen y sobre ello sería de interés deshacer algunos entuertos y determinados juicios y opiniones que, a veces, se llevan a cabo de manera acelerada, precipitada y por tanto muy injusta. 

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