Muslos y publicidad

Tratar de estimular el consumo, uno de principios canónicos más relevantes de la vida económica, es un pozo sin fondo cuando hay que buscar mecanismos para su eficacia. Pero animar a la gente a que, como el Serafinito de la zarzuela, sea comprador, sepa gastar, es un complejo y difícil arte convencional, al que llamamos jugando con los términos de propaganda y publicidad, un sistema de comunicación para masas, como lo describe nada menos que el sociólogo R. Merton. Es una actividad que ha existido desde que el hombre superó los niveles primarios de relación y cuya evolución exige por propia naturaleza una innovación e imaginación permanentes pues de otra manera acabaría muriendo por las esquinas. ¡Y cualquiera no busca conjuntos de nuevos símbolos para impactar en los potenciales clientes!
Cuentan que la cosa empezó en Japón y que ya se está extendiendo por otros continentes y países. Se trata simplemente, dicen las informaciones, de que, si eres mujer, mayor de edad y sueles utilizar pantalones cortos o minifalda, puedes ‘alquilar’ tus muslos por unas horas como superficie para campañas publicitarias. Todo consiste en llevar grabado en esa parte del cuerpo el eslogan de alguna marca comercial, el de un grupo de empresas, o lo que sea. Y ya se está empezando a pagar entre 100 y 150 dólares por pasearse unas horas con una publicidad adhesiva entre falda y rodilla. Claro que, si el invento es original, a los diseñadores de esta moda se les podría sugerir que también valen los muslos de los muchachos cuando reúnen los mismos o similares méritos. Y así podrían aprovechar, por ejemplo, a tantos miles de deportistas que comenzaron llevando en el pecho el eslogan de una marca comercial y poco a poco se van convirtiendo en hombres-anuncio, con referencias publicitarias casi por todas las partes de su cuerpo, como ya hicieron sin llegar a tanto en el último campeonato del Mundo de fútbol, que fue una explosión promocional como casi nunca se había conocido. Y aún quedan rincones anatómicos que podrían utilizarse. La frente ya lo ha sido.
El caso es que, aunque haya quien se queje de que estamos invadidos por la publicidad, todo ese mundo está aún en pañales. El éxito completo llegará cuando en lugar de afirmar que el árbitro ha señalado un penalti, digamos, por ejemplo, que ha pitado un “seat”. O una “casera” y así todos los nombres comunes. Que son unos pocos miles. 

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