A qué se llama trabajar

        Comentaba un amigo el otro día una curiosidad para la que, asegura, no encuentra una respuesta convincente, la de saber en qué ocupan su tiempo los animales, cómo llenan las horas del día. Ya conoce mi amigo los afanes externos e internos que regulan su vida. Hacia el exterior, han de ocuparse básicamente de dos tareas complementarias: evitar la agresión de los depredadores y tener eficacia en la búsqueda del sustento. En su relación interna dentro del grupo social al que pertenecen, el quehacer más más relevante consiste en atender sus obligaciones cooperadoras mientras pugnan por su lugar jerárquico y de poder en torno al éxito de su apareamiento. Pero, claro, dice el amigo, cualquier pájaro de estos urbanos que se sacia con tres granos y apenas tiene quien le amenace, tampoco va a estar todo el día con lo del poder y la cópula; ¿a qué se dedican, una vez que han saludado el primer asomo de luz del amanecer hasta la caída de la tarde? Van y vienen pero son muchas las horas del día sin nada que hacer.
       Compleja cuestión que va más allá de la etología. Precisamente apoyándose en esta libertad y autonomía de que gozan los animales está diseñada una de las cuatro teorías principales que se han formulado sobre el sentido del trabajo. Es la que se fundamenta en aquello del evangelio: “mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo…” Es una posición naturalista que alguno llama ecologista. “Actualmente trabajamos más horas que un esclavo romano, pero creemos que vivimos en una sociedad superlibre” decía el otro día un notable filósofo.
      Una segunda teoría está relacionada con las filosofías orientales que piensan que el trabajo es la manera privilegiada con la que la especie humana se une en relación armoniosa con la Naturaleza y con ello contribuye a la perfección de los espíritus: el trabajo es así la práctica superior de realización personal. La tercera es la doctrina marxista que defiende que el trabajo, una vez superada la etapa del hombre alienado, es el sistema mediante el cual se transforma el mundo para el desarrollo del hombre nuevo.
      La judeo-cristiana, la cuarta de esta serie, de pensamiento único y obligado en nuestra cultura occidental, se fundamenta en el “comerás el pan con el sudor de tu frente” del Pentateuco y entiende que el trabajo es, al tiempo, una obligación y un castigo. Y es en torno a esta donde está la discusión del momento en nuestra sociedad en crisis porque ni es tan sencillo ni tiene respuesta fácil lo que significa “obligación y castigo”. De todas maneras lo que resulta curioso es la contradicción de que muchos de aquellos a los que se les llena la boca hablando y ponderando los valores familiares, la educación y preocupación por los hijos y demás roles afines sean los que hablan de trabajar y de trabajar. ¡Claro que una cosa es la indolencia y otros pecados derivados de la insolidaridad y la vagancia! pero es dudoso y confuso que puedan ser un modelo público quienes han alcanzado grandiosas o, cuando menos, razonables fortunas y se jactan de haber renunciado incluso a la familia, a la que supuestamente defienden.   

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