Quién dijo crisis de valores


      “Lo que realmente ocurre hoy es que estamos en una crisis de valores” o, en una variante, “ya no hay valores”, son frases y afirmaciones que oímos por doquier como si hubiéramos extraviado un tesoro que antes guardábamos en lo más profundo de nuestro ser individual y colectivo. A veces incluso da la impresión de que quien afirma esta condena universal de inmoralidad se atribuye a sí mismo una cierta superioridad moral que prestigia a quien lo asegura. Pero esta afirmación no deja de ser un tópico más, un prejuicio de los que nos valemos para “opinar, como dice Aurelio Arteta, sin la molestia de pensar lo que decimos y, de paso, alcanzar la ilusoria certeza de entender y ser entendidos”
        Conviene advertir sin embargo que decir estas cosas no es algo novedoso y que se hace en un momento único y solemne de la historia. No se crea que este juicio demoledor respecto a la moralidad de los congéneres sea algo inédito. Decir simplemente que estamos en una crisis de valores es sumarse a la retahíla de predicadores apocalípticos que casi desde el origen de la humanidad vienen insistiendo en cómo ya se han perdido todas las virtudes que había. Ha dicho la historiadora Carmen Iglesias que casi todo el mundo tiende a creer que vive en una época de crisis, que el suyo, el de su vida que le resulta tan importante, es un tiempo confuso en el que las cosas no están demasiado diáfanas y en el que distinguir entre el mal y el bien muchas veces no está tan claro.
        Da la impresión de que quien esto dice ha creído que es verdad aquello de don Quijote de que en una edad antigua “los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes…”, virtudes y valores que lógicamente no existieron y tampoco ahora. Porque ¿qué relación puede tener la crisis económica que estamos sufriendo y en la que unos insaciables impositores y negociantes nos están sacando las entrañas, con las virtudes y los pecados, salvo que nos acordemos de la paciencia o de la santa ira? Incluso asegurar que en realidad estamos en una crisis de valores, sin perjuicio de que no se sepa bien qué quiere decir esa frase, es una forma simple de distracción estratégica, errar el tiro por elevación. Es una posición intelectualmente de escaso o nulo valor porque en definitiva no refleja sino un estado de ánimo anacrónico y nostálgico. 
      Y en el fondo es una contradicción histórica que es imposible argumentar y mantener. Como si antes todos hubiesen sido justos, conocido perfectamente lo que es bueno y lo que es malo, sabido distinguir con precisión lo correcto de lo incorrecto mientras que ahora nosotros, nuestra sociedad (¡desgraciados!) hubiésemos perdido el norte. Como si antes de ahora el ser humano hubiera sido modélico. Quizá la única diferencia consiste tal vez en que ahora casi todo está a la luz y, además, por las redes sociales la gente empieza a tener la oportunidad de expresar de manera pública lo que piensa y lo que siente Y eso origina que haya más libertad y menos pensamiento único, lo que es una muy buena y definitiva cosa. Pero nada de crisis de valores. Es únicamente un tópico más sin sentido.

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