El problema es lo obvio


      El diccionario dice que lo obvio es aquello que se encuentra o se pone delante de los ojos, lo que es muy claro o no tiene dificultad ni requiere darle muchas vueltas para entenderlo, lo que lo filósofos han llamado desde siempre evidencia. Y esto es un criterio de verdad para el buen sentido, la cosa mejor repartida del mundo, que es la facultad de distinguir lo verdadero de lo falso y que es igual en todos los hombres, como ya dijo Descartes hace unos cuantos siglos.
      Pues lo obvio, lo que está tan claro que todo buen sentido entiende, es lo que empieza a ser el problema. Porque ahora las cartas se han puesto sobre la mesa y ya está todo más cristalino y diáfano. Como en el caso de la gallina o el huevo, no se sabe muy bien qué ha sido antes si el descubrimiento que han hecho los medios de comunicación y las redes sociales sacando a la luz los entresijos y los manejos de los poderosos (maticemos que solo una parte, que tampoco se puede cantar victoria) o si su impudor o descoco ha llegado a tal nivel que ya ni se esconden. Antes, envueltos en el misterio, bien del secreto o bien de las teorías adornadas de términos complejos que asustaban a los profanos en la materia, se desconocían sus artificios. Utilizando las palabras como envoltorio o embalaje para guardar desafueros, apenas llegaba a la gente algo de sus manejos. Podrá ponerse sobre la mesa toda la teoría económica que se quiera y todas las justificaciones posibles pero hoy los bonos son los bonos y los rescates financieros son los rescates.
      Telefónica, que también es  “los mercados”, gana mucho dinero, despide a trabajadores y sube los sueldos de sus directivos, suculentos incentivos que se dan de bruces con los sacrificios que se exigen a los demás. Son tres verdades de hecho, no entes de razón o ensoñaciones de algún iluminado. Trío de verdades de hecho, anunciadas, publicadas y propagadas, y de fácil comprensión, adornadas con una sencillez y evidencia que percibe todo el mundo, incluido Agamenón o el porquero (la referencia obligada a Antonio Machado hablando de evidencias) y aunque no le convenza a este último. El problema está por eso en lo obvio, en lo que no admite réplica coherente y que a todos alcanza. Y obviedades como esa y ejemplos a la mano hay a montones. Un aeropuerto incluida una magna escultura de su promotor, en el que ni siquiera hay licencia para aviones; un pantalán o puerto deportivo para mil embarcaciones cuando no pasan de cien o doscientas las que hay por toda la comarca. Y luego está el pago de la hipoteca para el piso con el piso para la hipoteca y todo el juego y la burla de las valoraciones. 
     Todo está tan patente y las cartas tan marcadas que incluso Trichet, el presidente del Banco Central Europeo, ha advertido de que las democracias no permitirán rescatar otra vez a la banca. Eso no lo sabemos. De momento más nos valen los versos de Leonard Cohen, precisamente ahora de plena actualidad, hablando de todos nosotros: Todos saben que la guerra terminó /Todos saben que los buenos perdieron /Todos saben que la pelea estaba arreglada… /Los pobres se quedan pobres, lo ricos se enriquecen  /Así es como es/Todos (lo) saben.

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