Inane, vano, fútil


       Confieso que he tenido la desgracia de leer, no recuerdo dónde ni cómo, que el príncipe de Gales cuenta con cuatro sirvientes que lo visten diariamente, mientras uno está especializado, aseguraba la crónica, en ponerle todas las mañanas la pasta de dientes a su cepillo. He tenido ese infortunio y desde entonces apenas puedo dormir. Me atormenta imaginar una y otra vez la escena de una persona metida en la intimidad del baño real, se supone que vestida de librea o algo parecido (¿con guantes para mayor higiene?, ¿tal vez con corbata?, porque no va a ir en mangas de camisa…), abriendo con sumo cuidado el tubo (a lo mejor en su lugar hay otro artefacto propio de la realeza y con el escudo real) y depositando en el cepillo (¿quizá eléctrico para facilitar su uso?) la dosis adecuada para que cumpla su función, sin pasarse (que no hay que malgastar) y sin quedarse corto (para que cumpla su función higiénica). Y ¿dónde deja el cepillo una vez dotado de pasta?, ¿lo entrega personalmente y se retira o hace ademán de ayudar a su funcionamiento? Dudas y más dudas sobre un acto soberanamente complejo en su sencillez, de estética paradójica, y propio de quien ha nacido con la sangre de color diferente a la del resto de los mortales.
      Varios escollos de alto fuselaje tiene la escena. Uno de los principales es de interés teórico y hasta podría decirse especulativo porque ¿cómo se especializa una persona humana, de sangre roja por supuesto, en poner en poner la pasta en el cepillo del príncipe de Gales?, ¿acaso con un máster en alguna universidad de alto prestigio o basta una Formación Profesional de cuño ordinario? De todas formas el aprendizaje será muy caro porque no es razonable que se formasen en “poner todas las mañanas la pasta en el cepillo principesco” sino apenas un par de alumnos porque ¿tendría sentido una promoción generosa en número de alumnos para una tarea tan específica y exclusiva? Y junto a este escollo de nivel educativo cabe plantearse otros tantos referidos al ámbito laboral, sanitario, etc. Por citar un caso posible: es fácil imaginar que habrá un suplente detrás de la puerta porque, si por cualquier infortunio un día no pudiera cumplir su tarea, tendría que ser sustituido inmediatamente. No es cosa que el príncipe vaya por ahí sin haberse lavado los dientes…
      Más allá sin embargo de la parafernalia que envuelve el episodio, el engranaje tiene su consistencia y coherencia. Irreal y surrealista, es un exceso inane, vano y fútil y no está la vida de todos ajena a escenas irreales y surrealistas. Lo explica Ramón J. Sender en “Réquiem por un campesino”… además de los asesinatos, lo único que aquellos hombres habían hecho en el pueblo era devolver los montes al duque. O Antonio Machado con lo de que “el vacío es más bien de la cabeza”.
        En la Edad Media, la gente se vengaba con la Danza de la Muerte, que siempre sirvió como verso de disgustados, de que “papa o rey, o obispo sagrado, / cardenal o duque e conde excelente, / el emperador con toda su gente / que son en el mundo han de morir necesariamente”. Hoy a lo que se lee, se dice, se habla y se vota, lo inane, vano y fútil tiene muchos seguidores. 

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