Los nuevos virreyes

      Ha resultado muy sorprendente la calma con la que se ha producido el relevo de gobernantes plenamente legítimos por dos llamados tecnócratas. Sin que nadie se haya rasgado las vestiduras ni lanzado un grito al cielo como protesta y ni denunciado que se ha roto aquello por lo que el gran Pericles, en el famoso discurso sobre la democracia ante un soldado muerto en defensa de su pueblo, proclamó que serían “admirados por los de ahora y los de después, sin necesitar de un Homero que nos elogie”. Siendo uno de los pésimos hechos políticos que se han dado en este momento de confusión, no ha habido conmociones universales en apoyo de la legitimidad constitucional ni se ha movilizado la opinión pública europea ante un golpe de estado tan ostensible y ejecutado con tamaña publicidad, música y oropeles. Además, habiendo ocurrido precisamente en las dos cunas más decisivas de nuestra civilización, Atenas la que inventó el sistema de convivencia, que hoy es signo de identidad europea en el mundo, y Roma, aquella que nos lanzó el derecho común, la estructura organizativa y hasta la misma lengua en la que hoy nos entendemos. Ni los políticos ni los intelectuales han censurado y tampoco los indignados. Solo ha habido algún signo de satisfacción por la caída de Berlusconi pero en mezcla con otros discursos por haber llenado de basura su jefatura. Dos gobernantes elegidos democráticamente han sido destituidos en un golpe de Estado incruento y en el más profundo hervor de Europa.

      Y lo más contradictorio es que no queda muy claro con qué criterios se ha confeccionado el perfil de los nuevos cabecillas. Porque ¿qué es un tecnócrata y qué ventajas ofrece?, ¿qué principios y cánones, además de la obediencia a quienes los han promovido, han de regir su comportamiento. Pues, si se trata de hacer mejor las cuentas, tal vez sería más eficaz un contable y, si de lo que estamos es de someter a la gente para estrujarle las entretelas que les puedan quedar, pues así mejor un militar de los de antes. Aunque la cosa se complica ya que han de entender de herejías, que no está el sistema siquiera para dudar de “lo que hay que hacer”.
      No son una creación nueva estos dos enviados. España ya inventó, cuando era el imperio del momento, los virreyes, un modelo cortesano original de especial relevancia política y social que remiten a una época gloriosa, cuya finalidad era que nadie se desmandase. Como éstos. Los virreyes, como explica Manuel Rivero, tenían una naturaleza subordinada, con limitación del mandato, eran visitados y sometidos a controles periódicos, y debían mantener abierta una, más aparente que real, comunicación con los súbditos por medio de diversos consejos.
      Pues ya se pueden ir atando los machos los candidatos que salgan elegidos pasado mañana porque a lo mejor no llegan ni a comerse el turrón, como siempre se ha dicho de los entrenadores de fútbol. Porque, si el ejemplo de Italia es más complejo, el de Grecia es palmariamente ofensivo para la democracia. Los nuevos amos parecen creer que a los mediterráneos hay meterlos en cintura y se han apropiado de la institución de virrey, pero con látigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario