Aseguran muchos que saben harto de
economía, de política y de economía política que el llamado “principio déficit
cero” no debe ser sin más el dogma de fe
económico y social, que sobre el déficit público hay mucho que hablar y
bastante que matizar. Defender esa doctrina así sin más matices es una posición
ideológica, concretamente de derechas, legítima naturalmente, pero solo de
derechas, de la derecha clásica, la que siempre ha buscado “quitar el Estado de
las espaldas de la gente”, que refiere John K. Galbraith. El hecho es que
ahora, con lo que ha dado en llamarse crisis, ha encontrado una oportunidad excepcional
para implantarlo contando además con una parte de los ciudadanos a quienes se
ha convencido de que es lo único posible y sensato, por encima del bien y del
mal, de las derechas y las izquierdas.
Pero no es así de ninguna manera. “Uno
no se puede gastar lo que no tiene”, por la confusión terminológica y la
simpleza de contenido es una frase dicha así sutilmente tramposa, impropia de
un pensamiento instruido, una afirmación tautológica o repetitiva sin un mínimo
desarrollo conceptual. Y que suelta a
diestro y siniestro un mensaje latente acusatorio de despilfarro universal
cuyos responsables solo se identifican en un neutro “los otros”. Pero es obvio
que la mayoría de la gente no ha malgastado sino que simplemente ha pretendido
vivir mejor, por más que ahora autoengañados estén saliendo por todas partes
arrepentidos de su pecado. Mientras, la palabra austeridad sobrevuela todos los
mensajes sin que nadie se haya tomado la molestia de explicar en qué consiste
desde el punto de vista social.
Hace unos días la señora Merkel ha
sido entrevistada por directores de los periódicos de mayor tirada en el mundo
occidental. Una cita, que no es un cuaderno para escolares, de la que debe
esperarse se lleven a cabo análisis en profundidad y hondas reflexiones. Parece
lo lógico. Pero el texto, que hoy se puede encontrar por todas partes, es un
ejemplo lamentable de lo que los sicólogos llaman el pensamiento concreto: no
se distingue entre medios y fines, no se adoptan puntos de vista hipotéticos… y
ni siquiera se le escapa el nombre de algún gran pensador, algo espontáneo
cuando uno dedica parte de su tiempo al estudio obligado de los sabios.
Mientras se ha conocido que más de cuatro millones de alemanes trabajan con un
sueldo mensual de 400 euros, de ella solo se escucha: austeridad y austeridad.
(Así resulta inevitable recordar la época de Helmut Kohl, F. Miterrand, F.
González, J. Delors…)
Decía John K. Galbraith que “aunque
la inflación y el déficit sean importantes, también está el factor humano y
social…, que si hubiera una especie de pacto entre todos y se olvidaran puntos
como los de los distintos déficits públicos, quizá se pudiera resolver a la
larga de una manera común y decidida la
problemática del empleo”. Pero lo grave de todo esto es que el camino de
salvación que canturrea como un estribillo Europa es el detestable y reiterado
ejemplo de la teoría
de que con cuanta más generosidad se alimente al caballo con avena, más granos
caerán en el camino para los gorriones.
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