Pensando precisamente en esto, en cuáles son los impulsos
que nos llevan a los demás, hay quien se lamenta de que ahora enganches más
bien intrascendentes sean más sonados y populares. Porque podría parecer más
lógico que los lazos que nos unieran con los demás fuesen creencias solemnes y
pensamientos de relevancia. Así las cosas, hay quien se ha sorprendido de cómo
el fútbol, que hasta no hace mucho era considerado un elemento de alienación,
de manipulación del poder, una manera de cubrir y tapar deseos y frustraciones,
de pronto deja atrás esa carga ideológica y se convierte en la razón de ser de
grupos multitudinarios. Y no solo eso sino que ha asumido la recuperación de
valores que por fas o nefas andaban escondidos o dormidos. Se vio con la
selección nacional y en estos días se ha notado en el fervor de unos y otros
como si el fútbol fuese efectivamente algo más que una realidad construida
falsamente.
Pero esta reacción colectiva tiene su lógica interna y su
sentido en la sociedad de hoy. No porque, como se dice sin fundamento, los
valores se hayan volatilizado y solo queden los sentimientos y las emociones
del momento. Valores siempre hay, sean los que sean, porque siempre hay
principios de comportamiento que dirigen la acción de las personas. Otra cosa
es que nos gusten o no. No se pierden valores, se cambian o, como en un mercado
de Bolsa, mientras unos suben, otros bajan. Lo que está ocurriendo ahora es que
se ha ampliado considerablemente el arco ideológico y hay menos certezas de
pensamiento único y así no es fácil
formar grandes multitudes de personas que coincidan en su manera de ver
la vida, la educación o el futuro. Mientras que
en otras épocas solo existía un único modelo de familia (diferente según las
distintas civilizaciones pero único dentro de cada una), hoy cada persona organiza
su vida de pareja como le parece. Frente a tantos puntos de vista tan dispares
que mantenemos unos y otros sobre la vida, la muerte o el placer y las
tensiones que derivan de esas disparidades, el sentimiento del fútbol superó
todos los obstáculos y acabó incluso rompiendo tabúes como el uso y significado
de la bandera española.
Ya que no son posibles grandes
colectivos en torno a temas vitales, que además resultan fríos por racionales,
nos hemos agarrado a sentimientos elementales y comunes que de manera más fácil
nos permiten sentir la sonrisa de los demás. Lo que no quiere decir que los
graves asuntos nos importen menos.
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