Mícilo y Megapentes en el Hades


     Mientras  Mícilo andaba alegre y eufórico, Megapentes estaba pero que muy enfadado, aunque hay que reconocer que lo de Mícilo resultaba un poco raro por más que luego, oyendo sus razonamientos, ya todo era más comprensible. Pero el pesar y el disgusto de Megapentes era de lo más lógico y natural. No solo por lo que había perdido, que era muchísimo, de incalculable valor, sino también cómo en sus barbas, de cuerpo presente, se habían repartido todo el caudal con la mayor frialdad del mundo. Mícilo, un pobre zapatero al que la vida no le había dado apenas satisfacciones, estaba feliz porque le había llegado la hora de ir al Hades (la morada de los muertos a la que iban todos los mortales). Como no había dispuesto de rentas, campos, ajuares, ni fama, en cuanto le llegó la hora, tiró todas sus herramientas y, como loco, se puso en primera fila. En este otro mundo, decía, todo es estupendo; aquí se respeta la igualdad de derechos para todos (ricos y pobres, ignorantes y sabios…) pero, sobre todo, ni los acreedores reclaman sus deudas y, lo que es más importante, ni se pagan impuestos. Para Megapentes, rico donde los hubiera, por el contrario todo era lamento y pesar viendo todo lo que abandonaba: fincas, riquezas… Y trataba de escaquearse de la fila de los muertos. Pero ni con esas. 
     Aunque esta historia tenga algo de verosímil por su sentido, que es verdad que luego después allí todos somos iguales, como ya se ocupó de recordar durante siglos machaconamente una y otra vez la Danza de la Muerte, esta historia no es sino la parodia que un escritor romano del siglo II, Luciano de Samósata, describe en lo que el llama sus diálogos cínicos. Con un crítica que algunos dirán que a buenas horas, mangas verdes.
      De todas formas es ésta una dialéctica, una conversación que abre horizontes nuevos en dos noticias recientes (¿de verano?). Una, que en Estados Unidos el tercer hombre más rico plantea que no haya que llegar al Hades para equilibrar el pago de impuestos sino que se vaya empezando ya, que hay muchas familias que apenas pueden llegar a fin de mes. La otra es que los chimpancés, hablando de mercado y de cotización de bolsa, en experiencias llevadas a cabo, padecen lo que los psicólogos llaman “aversión a la pérdida”, es decir, el sufrimiento de perder les es más duro que el placer de ganar.
      Y es en estos mismos diálogos cínicos donde se nos informa de que en Hades no es solo que se de igualdad completa y definitiva sino que democráticamente es donde, a mano alzada, el pueblo votó contra los ricos el siguiente “DECRETO: Dado que los ricos cometen muchas injusticias durante su vida, actos de saqueo y atropellos, y humillan cons­tantemente y de mil maneras a los pobres, ha parecido bien al Pueblo y al Consejo que, una vez que aquéllos mueran… sus almas, devueltas a la vida, se encarnen en cuerpos de burros, y que vivan como tales durante doscientos cincuenta mil años; y que nazcan bu­rros de esos burros, y que transporten pesadas cargas mientras son arreados por los pobres. Sólo entonces se les permitirá morir”. Entonces ¿esto significa que aunque sea a la contra tampoco en el Hades hay esa igualdad predicada?

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