Y
¿cómo fueron resolviendo el problema?, podrá preguntarse más de uno. Puesto que
no llegaba con lo que venía de las Américas, el ingenio de los arbitristas, hoy
diríamos economistas asesores y mentes privilegiadas al servicio de las grandes
ideas, no paraba de inventar sistemas (el antiguo papel timbrado que algunos
recordarán fue uno de sus más felices descubrimientos) para que los ingresos
del erario público aumentasen. Pero ello no era suficiente ¿Qué hacer entonces?
El historiador citado dice que solventaron la crisis simplemente aumentando los
impuestos existentes y creando otros nuevos. O sea, como siempre, con los
pecheros, es decir, con los pagadores de impuestos, pues las clases ociosas
(los nobles y los clérigos) no solo estaban exentos sino que percibían sus
diezmos y demás bagatelas.
Y ¿por qué no recordar este texto de
finales del siglo XIV donde estaba todo tan claro? Sabiendo que “pechos”
significa impuestos; “afrechos”, la cáscara del grano desmenuzada por la
molienda; y que “cuitado” equivale a desventurado, se pueden leer las quejas y
lamentaciones desesperadas de los pecheros: “Los huérfanos y viudas, que Dios quiso
guardar / en su grant encomienda, véoles vozes dar: / «Acórrenos, Señor: non
podemos durar / los pechos e tributos que nos fazen pagar». /// De
cada día veo inventar nuevos pechos / que demandan señores demás de sus
derechos; / e a tal estado son llegados ya los fechos / que quien tenía trigo
non le fallan afrechos. /// Ayúntanse privados con los
procuradores/ de cibdades e villas; fazen repartidores / sobre los inocentes
cuitados pecadores; / luego que han acordado, llaman arrendadores”. (Este texto
es copia literal del “Rimado de Palacio”, obra de Pedro López de Ayala).
Claro que había quien lo tenía todo
claro: cada uno nace con una función de la que no puede librarse y así “el
oficio del labrador es cavar; el del monje, contemplar; el del ciego, rezar; el
del oficial, trabajar; el del mercader, trampear; el del usurero, guardar; el
del pobre, pedir…”, asegura Antonio de Guevara.
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