El sistema está basado en
cuatro pilares o referencias principales, nueve campos de desarrollo y 72
indicadores de la felicidad. En concreto, el Gobierno ha determinado que los
pilares básicos de una sociedad son la economía, la cultura, el medio ambiente
y el buen gobierno que a su vez éstos se dividen en nueve campos: bienestar
psicológico, ecología, salud, educación,
cultura, formas de vida, uso del
tiempo, vitalidad de la comunidad y buen gobierno, cada uno con su
propio índice FIB ponderado y no ponderado. Al final todo ello se analiza por
medio de 72 indicadores. En el campo del bienestar psicológico, por ejemplo,
los indicadores incluyen la frecuencia de la oración y la meditación, y de sentimientos como el egoísmo, los celos,
la tranquilidad, la compasión, la generosidad y la frustración, además de los
pensamientos suicidas. “Desglosamos incluso las horas del día: ¿cuánto tiempo
pasa una persona con su familia, en su trabajo, etc.?”
El objetivo de promover desde las esferas públicas del
poder la felicidad de los ciudadanos no es desde luego algo original. Ya, por
ejemplo, la Constitución Española de 1812 reclama que el objeto del Gobierno es
la felicidad de la Nación y aunque esta finalidad como objetivo político ha
desaparecido de la Constitución vigente, aun permanece en los textos
correspondientes de algunas naciones hispanoamericanos. Por eso que un gobierno
promueva la felicidad de sus gentes no es especial invención. Lo novedoso de
este caso es haber creado un sistema para medirla en términos contables.
Difícil y complejo el problema de medir la felicidad en
términos de escalas numéricas cuando, para colmo, ni siquiera es fácil ponerse
de acuerdo en qué significa esta palabra. Ya lo decía en el siglo IV el gran
filósofo Aristóteles, que coincidiendo todo el mundo en que es el más elevado
de entre los bienes que pueden realizarse, no la explicamos de la misma manera
unos y otros. ¿Querrá significar de
nuevo que el alma y el espíritu occidental son radicalmente diferentes de los
orientales, que, como dijo Rudyard
Kipling en frase desconcertante “El Oriente es el Oriente, el Occidente
es el Occidente y no se encontrarán jamás”?
De todas formas no hay que engañarse con las apariencias.
Nuestro lenguaje, usado para hablar de nuestros sentimientos, está atiborrado
de adjetivos cuantitativos. Hasta en el saludo planteamos el cuanto del estado
de ánimo o de bienestar. Y a lo mejor la diferencia está en que frente a
nuestras imprecisiones, ellos han descubierto el verdadero termómetro de la
vida satisfecha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario