Políticos enmascarados


      Existe en nuestra sociedad un tipo de organismos cuyos dirigentes gozan de grandes sinecuras en el ejercicio de sus tareas y funciones, se llevan lo bonito y lo agradable de la gestión pública y disfrutan de ventajas y comodidades como nadie. Y lo mejor de todo es que nadie los incluye en la nómina de los tan denostados políticos, siendo así que en nada se diferencian de ellos ni por sus responsabilidades ni por el tipo de trabajo público que realizan, aun cuando deberíamos considerarlos como tales. Valdría llamarlos políticos enmascarados o clandestinos, disimulados. Son políticos cubiertos con la piel de gestores públicos, como si esos dos perfiles fuesen diferentes.
      Vale esta denominación para todos aquellos que gobiernan y dirigen asuntos generales de la sociedad, financian su organización con fondos públicos directos e indirectos y poseen una muy amplia libertad de acción. Pero lo más significativo es que sus decisiones trascienden lo técnico (si es que hay algo puramente técnico que no esté infectado de ideología) y en realidad acaban haciendo política, la politización al menos de lo doméstico, como dice P. Bourdieu. ¿Alguien puede decir que no se comportan así los miembros del Comité Olímpico Internacional, por ejemplo, con las rigideces formales y reconvenciones que impuso su presidente mientras los Juegos Olímpicos de China? ¿O los de la FIFA? Pues menudo lío se ha formado con la elección de los países seleccionados para los campeonatos mundiales. Y ya ha dicho su presidente está muy confuso que luego haya asegurado ser una broma, que en Catar los gays deberán abstenerse.
       Las Federaciones deportivas representan una muestra estricta de políticos enmascarados. La de fútbol toma decisiones que afectan de una u otra manera a cientos de miles de ciudadanos y se financia bien de los presupuestos generales del Estado bien de la venta de la marca España, que le está reservada en exclusividad, manejando para su beneficio la bandera, el himno, los colores y el nombre de España, en definitiva, los símbolos que definen a todos los españoles, incluyendo a aquellos que maldicen del fútbol y su parafernalia. Vistas así las cosas, ¿se pueden excluir del término político a los directivos de esta Federación? Su presidente, apoyado por el de la FIFA que amenazó con sacar el fútbol español de su organización, se rebeló el año pasado contra la legislación española e impunemente la incumplió.
       Para colmo no sufren ninguno de los inconvenientes que incomodan a los políticos convencionales. Ni siquiera tienen una oposición que controle sus decisiones y su gestión social y económica. Si lo deciden, se comportan como caciques u oligarcas porque en la práctica disponen de un poder ilimitado, y así se entiende que sus mandatos duren una eternidad ¿quién va a dejar la canonjía? Y se explica que después de más de veinte años al frente de la de atletismo pueda decir con altanería Odriozola que en lo de la operación galgo es una víctima, o Villar, sin que se sepa por qué y con qué derecho, que el fútbol español es católico. Y ancha es Castilla. Por poner un par de ejemplos recientes.

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